La nueva izquierda pasa de la defensa de las mayorías a la de las minorías más militantes. Ahora defiende ciertos privilegios políticos de un pequeño sector de burgueses frívolos relegando las aspiraciones cotidianas de reforma social de la mayoría del pueblo. Pasa de la emancipación al nihilismo. Destruyen la comunidad para convertirnos en individuos sin arraigo. Para llenar de cualquier manera el espacio que antes ocupaba la nacionalidad, la clase y la religión tras la deconstrucción de lo universal, los postestructuralistas hacen emerger el reino de las diferencias. La desigualdad material se olvida en pos de la heterogeneidad multicultural. Un conflicto de redistribución se oculta hoy mediante uno de representación, donde hay una sobrerrepresentación de la diversidad más minoritaria y elitista.
Esa ideología es totalitaria y amenaza el pluralismo. «No puedes tener una opinión diferente porque de hacerlo te conviertes en un hereje. Y si eres un hereje tienes que ser castigado y obligado a callar», dice el filósofo francés Pascal Bruckner, quien añade: «Toda contradicción es una traición y merece la exclusión, por eso se busca que quienes contradigan salgan, por ejemplo, del periodismo y de las universidades».
Evola llama a lo fácil «la metafísica del deslizamiento». Desde Mayo del 68 llega la revolución como farsa. Transformaron la crisis de la adolescencia en un ritual de transición, un modo de vida hedonista. De Lenin a Lennon y de Marx a Groucho. Nueva ideología, nuevos mitos.