Un mariachi estrictamente es un conjunto de tres violines, dos trompetas, una guitarra, un guitarrón, una vihuela y un arpa. Aunque también se conoce por ese nombre a los componentes del grupo vestidos con el tradicional traje de charro. Es una de las muchas cosas que ignoraba hasta que me encontré con Fernán Nuño García y Brugos, un mariachi madrileño, él me corrige preciso: «cantante de rancheras», que se fue a hacer las Américas en este siglo y volvió más sabio, más curtido e igual de pobre.
No fue ese el primer camino que tomó este hijo de Madrid. Cuando era un chaval, su padre, el veterinario García, le daba plastilina para modelar. Se estrenó haciendo a la cera perdida la cabeza en bronce de un ruso blanco, Boris Iyin Borg, que hoy luce en su mausoleo de Don Hierro, un pequeño pueblo integrado en Segovia desde el siglo XIX. El destino no le mantuvo en ese camino de escultor.
Fernán Nuño se ganó el pan como vigilante hasta que seriamente lesionado en un enfrentamiento con unos facinerosos no pudo seguir patrullando el muro contra la barbarie. Hasta entonces practicaba escalada, esgrima, equitación y ciclismo cuando el bolsillo se lo permitía, que no era siempre y con el hombro fuera de su sitio, menos.
Un día, yendo a rezar a la madrileña iglesia del Carmen, escuchó a un grupo de mariachis en la Puerta del Sol y, armado de su voz de tenor, les pidió trabajo. Pasó de sobra la prueba que le hicieron y se integró cantando por aquí y por allá, en la calle o en las fiestas de algún potentado mexicano. Había días, los menos, que tocaba a cincuenta euros en el reparto y otros, los más, que daba para poco o menos.
Pasa al mariachi de la embajada mexicana y el capricho de una dama termina llevándole a Celaya, que en vasco quiere decir terreno llano, en Guanajato, uno de los 31 estados de México. Allí canta pero para completar su magro sueldo ejerce de secretario, es hombre educado, y de profesor de Historia en el Colegio Oxford aunque sin otras credenciales que su sabiduría. De nuevo en la calle, no cedió a los aviesos requerimientos de aquella Cruella de Vil, malvive de cantar los viernes en un mesón hasta conseguir un contrato en Santa Cruz de Juventino Rosas.
Hombre animoso, nuestro adelantado se presenta en Guadalajara -de allí- al concurso internacional de mariachis. Intima con la hija de Jorge Negrete, Diana Negrete Crochet, que le lleva a la capital y canta en el mariachi Santa Cruz. La amistad se extenderá a la hija de Diana. Llegó a intervenir como tenor en el homenaje que realizaron a Plácido Domingo. Audacia y voz.
Una hernia de hiato le devuelve a España. Los médicos buenos en América son caros y los malos son infames. Aviado por la Seguridad Social, Dios nos la guarde muchos años, de nuevo es vigilante en 2015. Pasa de un contrato a otro, cosas del proletariado, y sigue cantando zarzuela, música mexicana, española e hispanoamericana en general.
Fernán Nuño es, como decía el hermano de Manuel Machado, en el buen sentido de la palabra bueno. Es español de FE. Era tenor antes de nacer. Decente, optimista y pobre, que en Castilla dicen austero.