Gustavo Morales
Se han producido todas las condiciones objetivas para el gran salto. El sistema y sus beneficiarios, dirigentes de partidos, sindicatos y patronales, están estigmatizados por su corruptibilidad. La economía impuesta hace aguas y sumerge a las clases bajas y medias a favor de los barcos de recreo de arrogantes y banqueros. La pérdida de confianza en el sistema es general. La indignación crece ante un futuro que nos han robado. Nos saquean y es evidente hasta para el más lerdo. Todo dispuesto para el salto menos los saltadores. Éstos no discuten sobre la longitud de la pértiga ni el punto donde apoyarla o la fuerza necesaria para el impulso, sino sobre la camiseta, de manga corta o sin mangas, azul, roja o verde; sobre los pantalones, cortos UHF o a media pierna. Y lo hacen, discutir, con alaridos, poniendo toda la pasión en el textil, afirmando que hubo gente que murió por un trozo de tela, rasgándose esos mismos trozos de tela. El triunfo de la testosterona, del por cojones, de las canciones en que mueren todos.
Yo quiero un canto nuevo, donde no se escuchen gaitas ni jotas, donde sean el piano y la lira los que marcan la lírica matemática de la neurona, esa que olvidamos, esa de la que nacimos en mentes de antaño que no crearon y murieron ni por una camiseta ni por un pantalón, sino por una España alegre y faldicorta, con ansias de universalidad, con plumas de convicción que relevaron a las espadas de la Reconquista. Todo lo que ha ocurrido estaba previsto, no por la testosterona de nuestros predecesores sino por sus neuronas. Usemos las nuestras para crear una nación sugestiva para todos los españoles.
Sabemos que la tinta de las plumas es más intensa que la sangre de los mártires.
Presencia en el presente, fin de la invisibilidad. De la protesta a la propuesta, ya.
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