El Muro

Gustavo Morales

En Postdam y Yalta Churchill advirtió sobre el telón de acero que dividiría Europa. En 1961, cuando el XXII Congreso del Partido Comunista de la URSS condena oficialmente a Stalin, los comunistas alzan el muro. Como bien dice el embajador Álvarez de Toledo, que estuvo destinado en la República socialista alemana, fue un muro económico. Miles de técnicos y de cuadros medios emigraban a través de Berlín o de Checoslovaquia a Alemania occidental. En la Alemania comunista cerraban fábricas y se detenían servicios porque no había conductores ni personal técnico. Aparecieron hospitales sin médicos ni enfermeros. La República Democrática Alemana estaba para colgar el cartel de cerrado por falta de personal. Los gobiernos populares se quedaban sin pueblo.  

Un centinela oriental salta al lado occidental, foto de Conrad Schumann.

El muro, cuyo icono como pared de hormigón de poco más de tres metros de alto es conocido mundialmente, consistió en una red de seguridad compuesta por alambradas –a las que cantó Nino Bravo en “Libre”- , torres de vigilancia, campos minados y zonas con perros. Según la Fiscalía de Berlín, 273 personas murieron intentando huir del paraíso rojo, y eso que también era alemán. Dentro de la misma nación, Alemania, los ciudadanos occidentales tenían una esperanza de vida muy superior a los orientales.

En 1989 el Estado comunista alemán –el más sólido del Pacto de Varsovia- dejó de creer en sí mismo, como lo estaba haciendo la URSS con Gorbachov. Una noche se extendió en Berlín el rumor de que los puntos fronterizos se abrirían. La presión de las multitudes y la carencia de instrucciones hicieron que las tropas de frontera, los vopos, abriesen las barreras. Al conocer la noticia, los diputados del Bundestag interrumpieron la sesión y cantaron, todos, el himno nacional alemán. En pocos días, la voluntad de un pueblo que unificaba su patria derribó el icono como había derribado ya la realidad que había tras de él. La capital de la Alemania unida pasó de la católica Bonn, en palabras de Heinrich Böll, a la protestante Berlín, la tradicional capital prusiana.

Veinte años después el congreso del PCE expresa que no tienen que pedir perdón por nada ni a nadie. Pink Floyd ya cantó que “todo eso no es más que otro ladrillo en el muro”, en ese mismo que ya no existe en Europa central pero sigue renaciendo en otros paisajes y paisanajes.

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