Gustavo Morales
Aunque empecé el bachillerato en el instituto Cervantes tuve que terminar el último curso en el Emilio Castelar, por la extravagante manía del director de aquel contra los rebeldes fogosos y algo subversivos. A favor del instituto de Oporto puedo decir que era mixto, que también podía llegar andando y que conocí a gente interesante.
Uno de esos tipos era Iñaki Fernández, de quien me hice amigo a pesar de que él estaba en las juventudes del PCE y yo en las antípodas. Tan es así que las pintadas reivindicativas de la enseñanza media, al no ponernos de acuerdo en la organización convocante, las firmábamos con nuestros motes, con gran alborozo de la policía a quien dábamos facilidades. «Juventud, divino tesoro» que decía Rubén Darío.
Iñaki dejó el partido, presumo de tener algo que ver en eso, y a la Pelirroja que le idolatraba, ella era de la Joven Guardia Roja maoísta, y se hizo Hare Krisna -Iñaki-, se rapó la cabeza e iba por ahí dando saltos vestido de naranja y comiendo verdura. Pero como hombre de profundidades se marchó al subcontinente indio a las raíces de su fe. La mía era con mayúsculas.
Eso viene a cuento de la movida madrileña que no se trató sólo de una colección de lerdos cantando –que los hubo- de la que formó parte Iñaki con un grupo llamado Glutamato Yeyé. No era el único, Santiago Auserón, de Radio Futura y luego Juan Perro, era doctor en Filosofía con cursos en París.
Allende nuestras fronteras hay casos como el de Bruce Dickinson, líder de Iron Maiden, que es licenciado en Historia y piloto; Brian May, de Queen, es doctor en Física y Astronomía; Dexter Holland, de Offspring, es doctor en Biología… vamos que hay músicos de rock que no son precisamente unos piernas.
Iñaki se creó una imagen muy provocativa y su grupo fue de los triunfantes en la movida madrileña, con canciones como Todos los negritos tienen hambre y frío, Todo va dabuten, Vive su vida, Mas, Vivir siempre es mortal y Guapamente, entre otras. Al final, se pasó a otra banda. Los colchoneros le reconocerán en al autor de uno de sus himnos: Soy un socio del Atleti, con letra y música basada en El Novio de la Muerte legionario.
Hoy es un asiduo lector de San Pablo, más español por vasco y teníamos conversaciones en una tienda oriental que montó en Malasaña antes de hacerse guardia forestal para tener más tiempo para leer y vivir en el campo.
Un día, me decía Iñaki:
– Hay muchos jóvenes extraviados en un mundo que no pueden amar, porque lo ha reducido todo a la materia y se ha despojado de espiritualidad, de esperanza. Por eso quieren vivir en grupo, tienen miedo si están solos consigo mismos de encontrar el vacío.
– Iñaki, eso lo dice Guareschi, más o menos, en «Vida en familia».
– Sí, no es literal pero desde el momento en que lo dijo sabía dos cosas, que se iba a hacer universal y que no era el único que lo pensaba.
– Es curioso, nosotros que en los años 70 del siglo pasado creímos poder traer la arcadia, un mundo nuevo y feliz, no al estilo de Aldous Huxley sino de verdad, que soñamos con hacer realidad nuestras ideas hemos acabado refugiados, exiliados casi, en un mundo antiguo, cierto, de verdades absolutas, pocas, y de muchas dudas y buscamos consuelo en los viejos textos, en los viejos amigos, en las canciones de antaño. Tú más, después de haber pasado por la movida, por la televisión en La bola de cristal…
– Sí, realmente hemos pasado de «Un mundo feliz de Huxley» a «1984» de Orwell. De hecho la movida fue un resplandor, algo muy fugaz, que iluminó mucho pero muy poco tiempo… como si quisieras agarrarte a una luz que ya se apagó. Nosotros estábamos muy enganchados con las vanguardias del siglo XX: dadaísmo, surrealismo, futurismo…
Y es ya una conversación vieja, en el local que Iñaki tuvo, el día que le compré un pequeño cuchillo saharaui. Los hechos han dejado chicas nuestras predicciones, han ido más allá.
Cantaba Iñaki en Mañana me pertenece:
«Veo ante mis ojos el pasado y el futuro.
Veo ante mis ojos el enigma de lo oscuro.
Yo tengo en mis manos las mejores herramientas.
Yo tengo en mis manos el destino de la ciencia.
Yo tengo el nomenclator de los hijos de la noche.
Yo tengo libros sabios de pueblos que desconoces…»
Publicado en El Debate