Multiculturalismo gris

Gustavo Morales

Mienten cuando hablan de multiculturalismo mientras todas las culturas están sometidas al monocromatismo del modelo único del mercado capitalista que aniquila los derechos sociales y nos distrae con determinados derechos civiles de minorías. La multitud es el pueblo cuando le dejan sin nación, «el espacio de la solidaridad».

A esos trabajadores desarraigados y a los que importan del Tercer Mundo le son aplicables las palabras Steinbeck en «La uvas de la ira»: Quien necesite 100 hombres habla con 200 y se presentan mil. Dice: «pago 20 céntimos hora» y se van la mitad y quedan 500 que trabajan por lo que sea.

LA NUEVA HEGEMONÍA

El siglo XX fue el siglo del combate por la redistribución de la riqueza. Luchas que han sido anuladas, en el siglo XXI, por la aparición de las reivindicaciones de la diversidad que no amenazan el orden establecido por el capitalismo financiero rampante. La desigualdad material se esfuma en el debate público y la releva la heterogeneidad cultural, con una sobrerrepresentación de la diversidad. Deconstruyen lo universal para que surja el reino de las divergencias, nos dividen para vencernos, y esas identidades minoritarias son las que capacitan a los menos para hacer pública y hegemónica su opinión en los medios de comunicación. Llenan de cualquier manera el espacio de identidad que antes ocupaba la cultura común, la nacionalidad, la clase y la religión. Lo hace la izquierda, donde todo es resentimiento, victimización y búsqueda del privilegio y les sigue, entusiasta, la derecha porque evita los conflictos de redistribución de la riqueza a cambio de la representación de las diferencias que no cuestionan el orden económico. El activismo del siglo XXI es adicto a exagerar las diferencias entre las personas. Las luchas por la diversidad tienen una tendencia, muy oportuna para el neoliberalismo, por la atomización, el fraccionamiento y el individualismo que son el abono para el mantenimiento del orden impuesto por el sistema capitalista mundial.

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