Ernest Rutherford, presidente de la Sociedad Real Británica y Premio Nobel de Química, contaba:
«Hace tiempo, un colega iba a suspender a un estudiante por su respuesta a este problema de Física: ‘Demuestre cómo es posible determinar la altura de un edificio con la ayuda de un barómetro’.
El estudiante había escrito: ‘lleve el barómetro a la azotea del edificio y átele una cuerda. Descuélguelo hasta la base del edificio, marque y mida. La longitud de la cuerda es igual a la longitud del edificio’. Pregunté al estudiante si tenía otra respuesta. Contestó: «Lance el barómetro desde la azotea del edificio. Calcule el tiempo de caída. Después, aplique la fórmula altura = 0,5 A por T2. Y así obtenemos la altura del edificio». Dio más respuestas a la pregunta. «Coges el barómetro en un día soleado y mides la altura del barómetro y la longitud de su sombra. Si medimos la longitud de la sombra del edificio y aplicamos una proporción, obtendremos también la altura del edificio. Hay muchas más respuestas posibles. Probablemente, la mejor sea coger el barómetro, golpear con él la puerta de la casa del conserje y, cuando abra, decirle: ‘Señor conserje, aquí tengo un bonito barómetro. Si usted me dice la altura de este edificio, se lo regalo’. En ese momento, le pregunté si no conocía la respuesta convencional al problema, me dijo que esa la conocía todo el mundo».
El estudiante era el físico danés Niels Bohr, que será premio Nobel de Física en 1922, más conocido por ser el primero en proponer el modelo de átomo con protones y neutrones y los electrones que lo rodeaban.