Bagdad busca librarse de Teherán

El nuevo gobierno de Irak busca alejarse de Irán. Desde el pasado 12 de mayo, el nuevo primer ministro de Irak es Mustafa al-Kadhimi. Durante su intervención ante el parlamento del país, el primer ministro enfatizó su intención de «imponer el prestigio del estado» lo que se traduce en que el Gobierno pueda controlar los grupos armados en Irak. Kadhimi se refiere de forma implícita a los grupos milicianos pro iraníes que responden a la disciplina de los comandantes del Cuerpo de Guardianes de la Revolución Islámica Iraní (Sepah Pasdarán).

Son varias las milicias iraquíes apoyadas por Teherán; las tres principales son Kataib Hezbollah, Asa’ib Ahl al-Haq y Kataib Sayyed al-Shuhada, todas están fuera de la autoridad del estado iraquí a pesar de que nominalmente forman parte de las Fuerzas de Movilización Popular (FMP), una organización militar paraguas que coordina las fuerzas que proyectan el poder iraní en toda la región.

Las administraciones iraquíes anteriores fracasaron en la tarea de limitar la influencia de las milicias armadas pro-iraníes. El primer ministro iraquí Haider al-Abadi (2014-2018) exigió, sin éxito, que las milicias fueran transparentes en sus finanzas y separasen sus alas militares y políticas. Su sucesor, Adel Abdul-Mahdi, primer ministro en octubre de 2018, hizo lo contrario: aumentó un 20 por ciento el presupuesto de las FMP en el año 2019 y toleró que las milicias pro-iraníes tuvieran presencia en regiones estratégicas, incluyendo la frontera sirio-iraquí, a través de las cuales se han movido con casi total libertad.

Ahora, el nuevo jefe de Gobierno Kadhimi asegura que terminará con este estado de cosas. Los acontecimientos recientes en Irak y en la región en general sugieren que tiene más posibilidades que sus predecesores de frenar la influencia de las milicias y, en consecuencia, la de Irán.

UNA MAREA GIRATORIA

Un levantamiento popular ha sacudido a Irak desde octubre de 2019, uno que incluso una brutal represión no logró sofocar y que persistió hasta que la propagación del nuevo coronavirus calmó las calles. Los manifestantes eran chiítas en su mayoría, y se opusieron vehementemente a la intromisión de Irán en su zona. Para mostrar el amargo resentimiento que sentían hacia Irán, en noviembre de 2019, algunos golpearon con sus zapatos las pancartas del ayatolá Ali Jamenei, el líder supremo de Irán. Muchos ni siquiera se molestaron en cubrirse la cara. También recibió insultos de los manifestantes el general Qasem Soleimani, entonces comandante de la fuerza Quds (Jerusalén) expedicionaria del Sepah Pasdarán.

Ayatolá Sistani

Las manifestaciones condujeron a la renuncia de Abdul-Mahdi y, por primera vez desde el derrocamiento de Saddam Hussein en 2003, una corriente nacional anti-iraní pero chiita salió masivamente a la arena pública de Irak. Los manifestantes exigieron un estado soberano libre de interferencias iraníes, y el ayatolá Alí al-Sistani, la máxima autoridad chiíta del país, los apoyó. El papel de Sistani es particularmente importante. En 2014, el Estado Islámico (ISIS en sus siglas en inglés) arrebató grandes extensiones de territorio iraquí al gobierno de Bagdad, y Sistani emitió una fatwa, un decreto religioso, llamando a tomar las armas y unirse a la lucha bajo la disciplina de los organismos de seguridad del estado. En cambio, las milicias alineadas con Irán aprovecharon la oportunidad para crear una organización militar paralela con un presupuesto que supera los dos mil millones de dólares para 135.000 combatientes armados. La organización ha sido un elemento clave en los planes del Sepah Pasdarán para ejercer influencia en Irak y más allá. Sistani ahora pretende despojar de legitimidad religiosa a las milicias alineadas con Irán.

Bajo la supervisión de uno de los líderes cercanos al clérigo iraquí, cuatro facciones paramilitares chiítas seguidoras de Sistani, la División de Combate Abbas, la División de Combate Imam Ali, la Brigada Ali Akbar y la Brigada Ansar al-Marja’iya, desertaron de las FMP en abril. Sistani retira, de hecho, su apoyo a las facciones que siguen siendo leales a la Guardia Revolucionaria iraní.

Estados Unidos, para apoyar ese cambio de alianzas, realizó un ataque aéreo asesinando al general iraní Soleimani y al líder de las FMP, Abu Mahdi al-Muhandis, a principios de enero. Ambos comandantes influían decisivamente para consolidar la influencia de Irán en Irak y para unificar las facciones chiítas del país. Su pérdida ha dejado un vacío que el general de brigada Esmail Ghaani, el sucesor de Soleimani, no ha podido llenar. Como resultado, las facciones pro iraníes de Irak ocupan su posición más débil, justo cuando el nuevo primer ministro intenta a poner a las milicias bajo control estatal.

El presidente de Irak, Barham Salih, es un poderoso aliado de Kadhimi en este esfuerzo. Ha asumido un papel más activo en la política que su predecesor, Fuad Masum, el presidente cuando Abadi intentó llevar las militas al límite. Salih se decantó por la elección de Kadhimi, enfureciendo a las facciones pro iraníes a fines de marzo cuando se negó a nominar a su candidato a la presidencia.

IRÁN CONTRA LAS CUERDAS

Es un momento oportuno para que Irak reduzca la influencia iraní; las condiciones están maduras en Irak y en Irán. La administración del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, ha seguido una política de máxima presión contra Teherán que ha afectado la capacidad del país para apoyar a sus representantes regionales. Según Brian Hook, representante especial de EE. UU. para Irán, la República Islámica se ha visto forzada a reducir sus gastos militares en los últimos años. Como muestra, en marzo de 2019, Hassan Nasrallah, el líder de Hezbolá en el Líbano, pidió a sus partidarios que donaran dinero, ante la reducción de las ayudas de Irán. En febrero de 2020, un político iraní de alto rango recordó que Soleimani acudió a él buscando recaudar fondos para los representantes del Sepah Pasdarán en Siria.

Hassan Nasrallah, líder del Hezbolá libanés.

Los representantes de Irán en Siria no solo están atados financieramente; también están bajo la presión militar de Israel. Gadi Eisenkot, jefe de personal de las Fuerzas de Defensa de Israel, declaró en enero de 2019: «Atacamos a miles de objetivos [iraníes] sin reclamar responsabilidad». Entre tales objetivos están las milicias iraquíes que también pertenecen a las FMP. A fines de abril de 2020, el ministro de Defensa, Naftali Bennett, dijo a los medios de comunicación israelíes que su país estaba intensificando su campaña contra Irán en Siria: desde principios de año, Israel ha llevado a cabo al menos 11 redadas contra objetivos aliados de Irán.

Es ingenuo esperar que la influencia de Irán desaparezca de Irak de la noche a la mañana pero las condiciones objetivas bajo las cuales Kadhimi comienza su mandato son las mejores para ello. El nuevo primer ministro puede comenzar deteniendo la expansión de las Fuerzas de Movilización Popular, especialmente tras el asesinato del general persa Soleimani.

Kadhimi debe estructurar las FMP de manera diferente, de modo que el liderazgo sea compartido, y entre los líderes del grupo, debería nombrar a algunos que creen en un Irak soberano, para equilibrar a los comandantes leales a Irán. Al mismo tiempo, Kadhimi debe implementar una auditoría efectiva para que el gasto de las FMP sea más transparente. Buscará establecer una buena relación de trabajo con las unidades que han roto con las FMP y facilitar la deserción de otros, en caso de que las milicias pro-iraníes se nieguen a llevar a cabo esas reformas. Una fuerza paramilitar chiíta que opera bajo la jurisdicción del estado iraquí ofrecerá una alternativa a las milicias chiítas rebeldes lideradas por Irán.

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