Cuatro décadas después de la revolución iraní de 1979, el país persa ha experimentado un cambio radical. Antes del regreso del ayatollah Jomeini a Teherán, Irán suponía uno de los pilares de la política estadounidense en el área, junto con Turquía, Arabia Saudí e Israel. A partir de la proclamación de la República Islámica, hubo una nueva política exterior basada en la autonomía y el no alineamiento. Era el fin de la intervención extranjera en el área que habían protagonizado rusos, ingleses y estadounidenses. En plena Guerra Fría, Irán lanzó la consigna «ni Este ni Oeste».
Periodos del gobierno de la República Islámica
- Se inician cuatro periodos
- El primero fueron ocho años (1980-88) de una guerra impuesta por el vecino Irak de Saddam Hussein que contó con apoyo financiero de las monarquías del Golfo Pérsico, material de guerra soviético e información de inteligencia estadounidense.
- El segundo fue moderado, intentando una tímida apertura al exterior durante las presidencias del hoyatolislam Rafsanyani, expresidente del Majlis (Parlamento) y de Jatami, el antiguo ministro de Orientación Islámica.
- Le siguió una etapa dura bajo la presidencia de Ahmedineyad, que estrechó lazos con Cuba, Venezuela y Bolivia, mientras veía tropas occidentales en sus fronteras con Irak y Afganistán.
- Finalmente entró en una etapa diplomática con el presidente Rohani, quien logró firmar los acuerdos de Viena con Europa y Estados Unidos que detenían el proceso de desarrollo nuclear a cambio de la inclusión en el comercio internacional. El tratado fue denunciado por el presidente norteamericano Donald Trump e Irán sufrió, de nuevo, un asedio que le llevó a acercarse a Moscú y a Pekín.
Influencia en su entorno
Sin embargo, Irán llevó su influencia a su entorno: En Líbano, a partir de la invasión del sur de ese país por Israel, en 1982, con el reforzamiento militar y político de Hezbollah, el partido de Dios libanés. En Asia Central con el acercamiento a las antiguas repúblicas soviéticas con las que compartían religión y/o idioma. En Siria con el apoyo al gobierno de Al Asad frente al terrorismo de Al Qaeda y el Califato Islámico de Daesh (ISIS en sus siglas inglesas). En Yemen, apoyando a los hutíes de Ansarola ante las injerencias militares de la coalición armada encabezada por los saudíes. En Irak, motivando a la mayoría chií de la población. El Sepah Pasdarán Engelab Islami, el ejercito de los Guardianes de la Revolución Islámica, tiene un papel protagonista en esa acción exterior y en gran parte de la política interior de la antigua Persia.
Dentro del país persa
Hoy, casi la mitad de los 83.269.000 iraníes, unos 36 millones de personas, están entre los 15 y los 40 años, 14 millones tienen educación superior. Antes de 1979, el 60% de las mujeres eran analfabetas; ahora suponen el 60% de los universitarios y tienen derecho al voto aunque aún les queda camino que recorrer para su participación plena.
El país enfrenta un alto nivel de paro, como España, aún sufre las consecuencias del cerco de la Administración Trump y se ve hostilizado por potencias regionales que han llegado a un modus vivendi con Israel. Sus ciudadanos son críticos con el Gobierno y, como vimos, muchos de ellos desconocen las realidades anteriores a la revolución de 1979. Lo cierto es que cualquier política que se quiera desarrollar en esa zona de Asia tienen que contar con Irán para tener éxito.
Vecino hostil
Sin embargo, hechos recientes evidencian la resistencia de algunos vecinos de Irán a su influencia en la zona. Emiratos Árabes Unidos (EAU) presidió una reunión de la Liga Árabe encaminada a criticar a la República Islámica de Irán.
El encuentro, presidido por Jalifa Shaheen al-Marar, ministro de Estado de EAU, tuvo lugar en marzo de 2021 en El Cairo, al margen de la 155ª sesión del Consejo de la Liga Árabe. También asistieron el ministro de Relaciones Exteriores de Egipto, Sameh Shoukry, el secretario general de la Liga Árabe, Ahmed Aboul Gheit, y el ministro adjunto de Relaciones Exteriores de Bahréin, Abdullah al-Dossary.
Irán ejerce su influencia en diversos países de Oriente Medio a través de grupos chiíes que habitan en distintas naciones: en Irak colabora con las Fuerzas de Movilización Popular, en Yemen con los rebeldes hutíes de Ansarolá, en Palestina con la milicia de Hamás, en Líbano con el grupo Hezbolá y en Siria con el gobierno de Damasco.